Por Arturo Maximiliano
La anunciada integración corporativa entre Volaris y Viva Aerobus representa uno de los movimientos más relevantes en la aviación mexicana de los últimos años. No solo por el tamaño de las aerolíneas involucradas, sino por el impacto potencial que puede tener en precios, rutas, conectividad y competencia en el segmento de bajo costo, que hoy concentra una parte creciente del mercado aéreo nacional.
Los números explican la magnitud del proceso. Antes de la fusión, Volaris opera una flota cercana a 157 aeronaves, mientras que Viva Aerobus cuenta con aproximadamente 116. En conjunto, el nuevo grupo sumaría alrededor de 270 aviones, con una red que rebasa las 300 rutas y casi mil vuelos diarios, tanto nacionales como internacionales. Se trata, sin duda, de una escala relevante.
Sin embargo, escala no es sinónimo automático de concentración anticompetitiva. Un elemento central del acuerdo es que ambas aerolíneas mantendrán marcas, certificados de operación, modelos comerciales y estructuras tarifarias independientes, lo que preserva la rivalidad directa entre ellas en rutas donde hoy compiten y permite que continúen diferenciándose en precios, servicios y frecuencia de vuelos.
Desde una óptica de competencia económica, este punto es fundamental. El mercado mexicano de transporte aéreo de bajo costo se caracteriza por alta sensibilidad al precio, usuarios con múltiples alternativas y un historial reciente donde la competencia ha sido el principal factor detrás de la reducción real de tarifas, la apertura de nuevas rutas nacionales y la incorporación de aeropuertos regionales a la red aérea.
La fusión, en este contexto, puede entenderse menos como una eliminación de competencia y más como un mecanismo de eficiencia operativa. Compartir estructuras corporativas, financiamiento, compras de flota y servicios auxiliares permite reducir costos fijos y mejorar márgenes en una industria altamente intensiva en capital. Esa eficiencia, correctamente supervisada, no tiene por qué traducirse en precios más altos; por el contrario, puede facilitar tarifas más competitivas y mayor resiliencia frente a choques externos, como el alza de combustibles o la volatilidad cambiaria.
Otro aspecto clave es el impacto en la expansión de rutas nacionales. México sigue teniendo un déficit relativo de conectividad aérea entre ciudades medias, particularmente fuera de los grandes hubs tradicionales. Un grupo con mayor escala financiera y operativa puede asumir riesgos que aerolíneas más pequeñas no pueden, como abrir rutas con maduración lenta o incrementar frecuencias en mercados regionales hoy subatendidos.
Para la autoridad de competencia, el análisis no debe centrarse únicamente en la suma de flotas o rutas, sino en el comportamiento futuro del mercado: si se mantienen incentivos para competir en precios, si existen condiciones para la entrada o expansión de otros jugadores, y si los consumidores conservan opciones reales para elegir. En ese sentido, la permanencia de marcas separadas, la transparencia tarifaria y la supervisión de rutas estratégicas serán elementos decisivos.
La pregunta clave entonces no es si la fusión Volaris–Viva Aerobus es grande, sino si es buena para el consumidor. La respuesta, a la luz de los elementos conocidos, es condicionadamente positiva. Para los viajeros, el escenario más probable —si se mantiene la competencia efectiva— es un mercado con más rutas, mayor frecuencia y precios contenidos, respaldado por aerolíneas financieramente más fuertes y operativamente más eficientes. La permanencia de marcas separadas y la rivalidad directa entre ellas son condiciones necesarias para que estos beneficios se materialicen para nosotros como consumidores.
La autoridad de competencia tiene, por tanto, un papel clave: asegurar que la consolidación no derive en prácticas coordinadas, incrementos injustificados de tarifas o reducción de opciones para los usuarios. Pero también debe reconocer que, en una industria intensiva en capital y altamente regulada, la eficiencia puede ser aliada del consumidor, no su enemiga.
Si el proceso se supervisa adecuadamente, esta fusión puede traducirse en mejores condiciones para quienes vuelan dentro y fuera del país, fortaleciendo la conectividad nacional sin sacrificar precios ni calidad. En ese equilibrio entre escala y competencia se juega el verdadero éxito de la operación.
Arturo Maximiliano García P.
Diputado Local



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