El ambiente político se había estado manteniendo estable, con todo y las acciones de la oposición el panorama parecía no alterarse, y muy a pesar de los aspavientos, los enfrentamientos en los medios de comunicación y lo encendido que están las redes sociales estos no habían hecho gran mella al proyecto Lopezobradorista. Ni los señalamientos a los hermanos, ni la militarización, ni la casa gris, ni los guacamayalikes, ni la pandemia, ni la caída del sistema de salud, ni los temas de la fiscalía o la UIF habían despertado el interés de la sociedad como hoy lo ha hecho la reforma electoral que ya brincó de la clase política a la ciudadanía.
Confrontados y divididos para ambos lados es un tema de causas, unos y otros se ven amenazados si camina la reforma o se mantiene inerte el sistema electoral. Esta reforma es diferente a las otras ocho que le preceden, de entrada todas fueron emanadas de los partidos políticos, esta surge desde las entrañas del poder y con un elemento más, fue presentada a más de la mitad del periodo gubernamental a diferencia de las otras que se presentaron a inicios de cada sexenio, pero en todas la izquierda conquistó demandas democráticas.
De fondo hay mucho por discutir: pluralismo, sistema de partidos, padrón electoral, la representación proporcional, la elección de los Consejeros, las condiciones de equidad, el acceso a medios y la transformación de un instituto que en el fondo pareciera que obedece más a un sistema de control gubernamental que ciudadano. La madre de todas las batallas legislativas está por darse, de su resultado dependerá el futuro de nuestra nación.
Arropado en la visión Marxista, López Obrador planteó en una de sus mañaneras que la sociedad se va escindiendo cada vez más en dos grandes campos enemigos: los modernos capitalistas que irán a una marcha y el pueblo bueno que pugna por una reforma del poder, una versión actualizada de burgueses Vs proletariado.
Me parece que la reforma planteada es lo más emblemático que hemos visto del cambio de régimen, ninguna otra acción ha dejado en claro el idealismo y las bases para la conservación del poder, dando también como resultado una sociedad que defienden intereses disímiles y contradictorios. Maquiavelo argumentaba que la división social es propia del orden político, eso es normal, lo que no es normal es que ambos bandos le aticen al fuego echándole más leña sin ninguna responsabilidad dejándonos un país con profundas grietas, sin aproximaciones, sin diálogo, un camino electoral espinoso y heridas que tardarán muchos años en sanar. El debate no deja espacio para la indecisión, las posturas conciliadoras o la indiferencia, desafortunadamente para nosotros los ciudadanos todo está planteado en blanco y negro, así que cada quien tome su bando.
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