Voz de la Sierra

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El apoyo moral: sufrir con los que sufren y amar con los que aman

Pbro. Juan Carlos Chávez C.

 

Hoy continuamos escribiendo de la importancia del apoyo moral, pues no somos ajenos a la diversidad de situaciones que vivimos en nuestro pueblo; situaciones en las que debemos detenernos un poco para mirar desde nuestro corazón y dar un poco de lo que tenemos. Todos somos testigos del sufrimiento que viven algunas personas y no solo por considerarse olvidados de la sociedad, sino porque no encuentran un sentido de felicidad en su vida y esto es lo que desencadena el dolor y el sufrimiento que no es otra cosa que la ausencia de amor en nuestras vidas.

 

 

Acompañar a los que sufren es una característica que por humanidad debemos hacer para hacerles sentir que permanecemos cerca de ellos aún en las peores situaciones de la vida, acompañar al enfermo, al migrante, al que vive en la calle, al que ha caído en adicciones, al que se siente pecador e incluso a los que vivimos en familia son la manera más perfecta de combatir el sufrimiento, pues manifestamos la manera más perfecta del amor.

 

 

Quiero destacar tres tipos de males que acompañan a las personas que sufren:

 

  • El mal moral: que nace de la libertad y no de la ignorancia, pues la conciencia siempre lo va rechazar, pero el deseo de querer vivir esa experiencia va hacer que se vuelva en una obsesión que difícilmente va poder dejar.

 

  • El mal físico: causado por aquello que daña al hombre y que llega a consecuencia del mal moral pues hace que la persona haga acciones que le puedan causar agresiones, como la pobreza, la opresión o la ansiedad en el caso de adicciones.

 

  • El mal social: que está asociado a las influencias negativas que una persona pueda recibir para poder satisfacer sus necesidades y que no son necesariamente buenas, sino que los llevan a perderse en el buen camino social.

 

 

Sufrir con los que sufren, no es otra cosa más que seguir el ejemplo de Jesucristo “pues él hizo suyos nuestros sufrimientos y en esto nos dejó ejemplo para que hagamos lo mismo” (1Pe. 2, 21). Obviamente, Jesús conocía ya antes de su muerte en cruz todo el mal existente en el mundo, toda la injusticia, maldad y crueldad, todos los sufrimientos, dolores y aflicciones. Pero Jesús no reaccionó ante el mal ofreciendo una justificación de Dios, filosófica o teológica, una “teodicea”. Su respuesta tiene una orientación práctica, remite a Dios en cuanto padre.

 

 

Esto me exige como sacerdote y como Iglesia enfrentarme al sufrimiento de mis hermanos, prácticas que van más allá de quedarme encerrado en una oficina o de solamente dedicarme a decir misa cuando es necesario. Está claro que el Evangelio no es sólo una doctrina, sino que es la persona de Jesucristo pobre para los pobres: esa experiencia humanizadora, sanadora, salvadora y liberadora. Es por esto que mi tarea es evangelizar y hacer presente hoy en la vida de las personas, en los problemas y sufrimientos de las gentes, esa fuerza salvadora y transformadora que se encierra en la persona de Jesucristo. Mi experiencia pastoral sirve a la luz del Evangelio”: apoyar moralmente al que sufre y al que se siente solo.