En un supuesto cargamento de balasto o piedra molida que procedía de la Sierra Gorda, funcionarios de la Superintendencia Nacional de Aduanas de Perú localizaron, el 25 de junio pasado, en un contenedor anclado en el puerto de Callao, cuatro toneladas de mercurio traficado ilegalmente y cuyo destino final eran minas de oro de Bolivia, Colombia y Perú.
De acuerdo a una publicación realizada este día por El Universal, el balasto había sido impregnado por el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Es importante señalar que dicho metal es empleado para separar el oro mediante un proceso de combustión.
“No hay oro sin mercurio”, por lo que los mineros están dispuestos a pagar elevados precios y eso ha desatado el interés de las organizaciones crimin4les mexicanas.
Según una investigación de la Agencia de Investigación Ambiental (EIA por sus siglas en inglés), en caso de haber llegado a su destino, las cuatro toneladas aseguradas en Callao habrían permitido la extracción en minas ilegales de 1.6 toneladas de oro, con un valor de 168 millones de dólares. La EIA asegura que el precio del mercurio es 400% mayor en las minas de Sudamérica que en las minas de donde es extraído en México, incluyendo las minas situadas en Pinal de Amoles, Peñamiller, San Joaquín y Cadereyta (la segunda reserva más importante del mundo).
De acuerdo al artículo de este Diario nacional, de las minas de Querétaro fueron contrabandeadas más de 200 toneladas entre abril de 2019 y julio de 2025 (alrededor de 40 cada año).
En dichos municipios serranos ha sido detectada una veintena de minas artesanales que operan sin ningún tipo de control técnico y según investigadores de la EIA constataron, a través de fuentes que trabajan en las minas, que en la Sierra Gorda se había desatado una fiebre de mercurio ocasionada por precios récord que alcanzan hasta 330 dólares por kilo.
La agencia considera que entre 2019 y 2025 se obtuvieron ganancias de 8 mil millones de dólares en oro ilegal “mediante el uso de mercurio traficado”.
La investigación revela que en las vías de acceso a las minas Cristo Vive, El Mono, La Fe y La Peña, el crimen organizado ha construido incluso “fortificaciones” con torres de observación, cámaras de vigilancia y alambres de púas.
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