El acto supremo de todo presidente se centra en su sucesión, más allá de las encuestas que serán el soporte democrático de todo un proceso, es claro que también se nutre de otros elementos que son determinantes para la toma de una decisión tan trascendental para el futuro del país, pero sobre todo para la sobrevivencia de un proyecto que dio nacimiento a un nuevo régimen de gobierno.
Lo primero que hay que señalar es que no se trata de una decisión basada en sentimientos, afectos o simpatías, es un acto que está lleno de racionalidad política en el que el primer factor a considerar está la función del Presidente como eje rector de la transformación del país y hacia donde evoluciona el sistema que él mismo creó; segundo la opinión de las fuerzas armadas que en las diferentes sucesiones nunca han sido pasivos, sino por el contrario, su participación activa ha sido fundamental en la historia de México, y por último los factores reales del poder económico, aquellos multimillonarios que conjugan alianzas e intereses con el Presidente.
Si alguien ha estudiado las sucesiones presidenciales es precisamente López Obrador, quien además acumula en carne propia tres elecciones muy diferentes en donde perdiendo aprendió a ganar; preparar su propio relevo le da para entender muy bien el tablero y que piezas mover para darle jaque mate a una oposición que finca sus esperanzas en una Xóchitl a la que le falta sustancia para gobernar un país o por lo menos contrastar con un proyecto de nación que le lleva años luz posicionado en la población.
Las semanas han pasado y el proceso interno de Morena ha dado los giros previstos, Adán Augusto hizo su trabajo y se colocó en el lugar esperado, encuestas serias lo ubican en un empate técnico con Claudia Sheinbaum, y en algunas incluso por arriba, permitiendo con ello entrar a la fase final del proceso el cual escapa a esos argumentos simplistas de que será un o una consentida, o que clonar discursos o asumir una personalidad no propia ayudaría a ganar la simpatía del Presidente; el paso que sigue radica en una decisión eminentemente política en razón de Estado.
Y la razón de Estado no es otra cosa que la motivación, generalmente secreta o inconfesable, que mueve al Presidente a tomar determinadas decisiones de interés público. La seguridad nacional, la estabilidad del gobierno, el interés económico, la relación con Estados Unidos y Latinoamérica, la conexión con el ejército, el escenario internacional, las razones geopolíticas e incluso la conveniencia del mismo López Obrador serán las principales razones de Estado para tomar una decisión final, ellas se superpondrán a cualquier otra consideración en la adopción de las determinaciones del poder y en todas ellas el único que encaja es Adán Augusto.
De ahí que no sea extraño que Adán Augusto se haya sobrepuesto en mes y medio por obtener la Coordinación Nacional de los Comités de Defensa de la 4T, las concurridas asambleas informativas llevadas a cabo a lo largo y ancho del todo el país son emblemáticas de una alineación del poder a quien garantiza la continuidad a un Presidente que está muy consiente del ámbito en que se mueve, de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros, de la grandeza de ánimo que se requiere para hacer frente a las adversidades y de los ángulos con que mira la realidad, que son tan diferentes, y en el que no caben las confusiones superficiales. Por esas grandes razones será Adán Augusto el elegido, de ahí su éxito esta semana en el Querétaro que dicen solo es panista.
Ulises Gómez de la Rosa
Presidente Estatal de Acción Sí AC
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